Del por qué las OBRAS le PERTENECEN a su PÚBLICO


Cada creador sueña con que su obra sea comprendida y valorada. Sin embargo, una vez que una historieta, un libro o una ilustración sale a la luz, ya no le pertenece por completo al autor: pasa a ser del público. Esta verdad, tan dura como liberadora, es la que quiero explorar hoy a través de una pequeña historia.

La historia de Juanito, el autor


Imaginemos a Juanito, un dibujante apasionado. Durante tres largos meses se dedicó a su página, cuidando cada trazo, cada sombra, cada detalle. Finalmente la terminó y, con orgullo, la mostró a sus amigos y conocidos. Su esperanza era recibir reconocimiento, quizá un “qué gran trabajo” o, al menos, un interés genuino por lo que había creado.

Pero la realidad fue otra. Muchos de sus cercanos la miraron solo por compromiso, sin mayor entusiasmo. Otros, en cambio, la observaron con distancia, como simples lectores, sin importarles el sacrificio que había detrás. Entonces Juanito entendió algo doloroso: por más esfuerzo que él hubiese puesto en su obra, nadie estaba obligado a amarla de la misma manera.



Y es que el público no es uno solo; se divide en varios grupos. Está la familia, que muchas veces opina desde el cariño más que desde la crítica (cosa muy necesaria). Están los amigos, que a veces no logran ver más allá de la persona detrás de la obra. Están los colegas artistas, que juzgan con ojo técnico, comparando, analizando, midiendo cada detalle. Y están los lectores habituales, que quizás nunca conozcan al autor, pero que tienen en sus manos el poder más grande: decidir si su obra les habla o no.

Ese último grupo es, en realidad, el verdadero juez. Porque no tienen compromisos con el creador; simplemente reaccionan desde la sinceridad. Pueden rechazar, ignorar o abrazar la obra con entusiasmo. Y esa reacción, tan impredecible, es lo que convierte al arte en un acto vivo: porque se completa en la mirada del otro.



Los lectores habituales de historietas ¿Amigos o enemigos?

Aquí hay un público que no necesariamente conoce a Juanito. Puede que lo conozcan por sus dibujos en redes sociales, porque ya ha publicado antes o porque es conocido del dueño de la tienda, etc. Pero insistamos que no pertenece a ese ruedo, cosa rara ya que por ser lector de comics debería ser conocido en las tiendas. Sea como sea, al no tener compromisos con él ellos solo dan su parecer debido a los años que han consumido historietas y por lo tanto el resultado final no les convence.

No es por que lean cosas populares que el trabajo de Juanito no les guste.

No es porque ellos no entiendan su visión artística personal, cosa irrelevante permítanme decirlo, ya que el público no debe saber eso para saborear si una historia es buena o mala.

No es porque no entiendan el modelo de negocios de la editorial. Es solo porque lo encontraron caro para lo que ellos estaban pagando versus lo que estaban esperando.

No es por que encuentren que el material nacional es malo necesariamente. De hecho, los lectores tienen aunque sea un comic de su país natal que sí les causo gracia e impacto, sino que encontraron mala la historia de Juanito. Nada más.

Y no es por que tengan nada en contra del autor. Solo que, insisto, no encontraron su historieta buena.

Por eso digo que, una vez que la obra llega a manos del público, deja de ser únicamente del autor. A partir de ese instante, pertenece a quienes la leen, la critican o la celebran, incluso si la reacción no es la que esperábamos. Y es precisamente en esa tensión donde el arte encuentra su verdadero sentido.



Ahora bien, esta idea de que “la obra es del público” tiene otra cara, una que merece su propio análisis… y de eso hablaremos en otra ocasión.

¿Y tú qué piensas? Espero tu comentario.

Entradas que pueden interesarte

Sin comentarios

No te vayas sin postear

No te vayas sin postear